martes, 8 de febrero de 2011

Carmen.....


En 1997, yo era el Jefe de Información de una pequeña revista que auspiciaba  la Universidad en la que me forjaba como periodista, teníamos la firme convicción de que la libertad de expresión existía, que había que abolir la autocensura y que ambas eran un estandarte que debíamos de hacer valer a costa de lo que fuera.
Creíamos que la modernidad de fines de siglo, habría de extinguir la precaria costumbre de silenciar las voces a base de amenazas, prácticas de prepotencia y absolutismo, estábamos convencidos de tener en nuestras manos  el coraje y la necesidad requeridos para hacer valer lo que constitucionalmente nos había sido otorgado, y de vez en cuando teníamos la costumbre de retar irreverentemente a todo aquello que atentaba contra nuestra adorada y manceba profesión.
Nos enfrentamos a todo lo que ponía en riesgo nuestro ideal, y fuimos agredidos de manera física y moral, pero nunca espiritual.  Nos sentíamos cobijados por ser parte de un institución que albergaba a los próximos líderes de la información y la verdad,  aquellos a los que se les estaba  instruyendo en cómo desbaratar la subjetiva objetividad a base de la crítica, el análisis y la verificación de hechos.
Escuchamos leyendas tan creíbles de  chayotes y payolas, y nos juramos solemnemente no ser presa de las mismas, así como tampoco difamar o engañar para satisfacer a ninguna “línea”, que por supuesto, bajo nuestra titularidad, tendrían que desaparecer.
Todo esto amenazaba con ser parte de la vida laboral contra la cual nos estábamos preparando y haciendo sombra, al puro estilo pugilista , con nuestra básica, simplificada y muy representativa realidad estudiantil.
En el DF por primera vez se suscitaba la elección de quien sería el Gobernador de tan codiciada urbe, y nuestra ciudadana responsabilidad era, además de votar, comenzar con las labores  de crítica y observación que éste proceso merecían. Así pues fui comisionado a una de las ponencias que el equipo de Carlos Castillo Peraza de Acción Nacional, llevaban a cabo para poder recabar los sufragios necesarios entre los distintos sectores de la población, y éste era el turno de  Gonzalo Altamirano Dimas.
Sin más detalle, diré que mi crónica de aquel día para dicho medio de información estudiantil,  gozó de la más honesta de mis apreciaciones y contó con la acostumbrada pasión que imprimía en mis principiantes textos, y lejos de pensar en que alguien podría verse afectado, la envié a la redacción con el orgullo de quien ensambla una estructura pieza por pieza.
La más didáctica de mis sorpresas me la llevé cuando fui citado a la oficina de quien dirigía dicha institución,  descendiente directa del fundador de la misma,  y la cual con el tono por mi menos esperado, me señaló que mi detallada prosa se veía comprometida con los intereses o la línea que sustentaba nuestra academia, que era imposible que se pudiera publicar y que debía de cambiarla para que nuestra Edición de cada mes pudiera seguir contando con todo el respaldo y beneficio que los fondos de la Universidad le otorgaba…….el número anterior a éste, fue mi última publicación.
De esa manera, no puedo entender, o mejor dicho, entiendo pero no justifico, que hoy en día se continúe utilizando como bandera de cualquier interés a la libertad de expresión, los derechos humanos y la simulada autonomía de las voces y cabezas que a diario procuran retratar la realidad de nuestro país.
Es denigrante que ante tantos eventos que urgirían la completa atención de los  estrategas gubernamentales, se desgasten en tratar de modificar una imagen, que además de no ser nueva, es conocida por el Vox Populi. No hay mayor muestra de impotencia y deshonestidad, que reaccionar con el peso de las influencias y los charolazos ante una de las pocas comunicadoras que realmente gozan de una credibilidad por la audiencia valorada.
Y aquí es donde los cuestionamientos  se generan:

¿Hasta cuando seguirán persiguiendo a los que dicen la verdad?
¿Cuándo dejarán los dueños de las comunicaciones de dictar las líneas de su conveniencia?
¿En algún momento de este su último año, FCH hará aunque sea un pequeño esfuerzo por gobernar apegado a la legalidad?
¿Podrá éste Gobierno salir adelante sin acudir a la intimidación o al uso de tácticas y políticas de desprestigio?
¿Cuándo podrá Carmen Aristegui y muchos más que no necesariamente son titulares dejar de ser perseguidos y obstaculizados en su labor informativa?

Me gustaría escuchar las contestaciones de aquellos a los que les quede el saco, comenzando por Joaquín Vargas .

AFG.

Para Carmen…
Un día los enanos se rebelarán contra Gulliver.
Todos los hombres de corazón diminuto,
armados con palos y con hoces,
asaltarán al único gigante con sus pequeños rencores,
con su bilis, con su rabia de enanos afeitados y miopes.

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